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Santi Alba Rico, ayer, en Mieres. | D. M.
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Escritor y ensayista con más de una veintena de publicaciones a sus espaldas, Santi Alba Rico, participó ayer en el Festival Independiente Asturianu Sobre Comunidá Cultural (Fiasco) de Mieres, centrado este año en la "Movida", el movimiento contracultural surgido en Madrid durante los primeros años de la Transición. Hoy repite en una mesa redonda con Miguel Rodríguez Muñoz y Xuan Cándano. Alba trabajó en los años ochenta como guionista del mítico programa de televisión "La Bola de Cristal" que dirigía su madre Lolo Rico. Actualmente colabora con distintos medios de comunicación
–Hablemos de la "Movida", ¿hay más de leyenda o de verdad?
–Se cuentan muchas cosas. Para mí, la "Movida" fue entre otras cosas una operación de despolitización de una España en transición donde había muchas ganas de una ruptura, a través de una renovación cultural que hacía falta y demandaba mucha gente. La "Movida madrileña" está vinculada al PSOE de los años 80, sus mayorías absolutas y a la necesidad de bajar la intensidad política de muchos jóvenes descontentos con los procesos de la Transición. Era algo fundamental. Había necesidad de cambiar, de transformar, la vida cotidiana, la cultural, el ámbito lúdico, recreativo y el ocio. De sacudirse de esa losa puritana, que respondía también a una necesidad legítima de muchos sectores en un momento en el que de alguna forma la cultura se convirtió en un vector de cambio.
–Siempre se acaba hablando de la "Movida madrileña", pero también la hubo en otros sitios como en Asturias.
–Claro, en Asturias, el País Vasco o Valencia, que quedaron opacadas por la madrileña, donde el mascarón de proa eran "Alaska y Pegamoides", una música que no me gustaba nada, pero con unas letras que reivindicaban de una manera muy clara la despolitización de la vida cotidiana con una frivolidad consciente. Creo que, en efecto, Madrid se apropió de toda una serie de movimientos a veces contraculturales. Esas ganas de ir más lejos, también desde el punto de vista cultural, se expresaron, pero que se vieron amortiguadas por la propia "Movida madrileña" y el uso que el Gobierno del PSOE hizo de esa movida.
–Fue guionista de "La bola de cristal", ¿cómo recuerda esa época en televisión?
–Pues yo era muy joven y cuando eres joven lo recuerdas con nostalgia. Aunque en mi caso es nostalgia con nubes, atravesada por todo eso que estaba viviendo en ese momento como la frustración de procesos democráticos incompletos o la heroína matando a muchos jóvenes en ese momento. "La Bola" jugó un papel que combinó corrientes que estaban un poco condenadas a separarse, los rescoldos de la lucha antifranquista, el marxismo militante y el antimperialismo con la ruptura cultural de la "Movida madrileña". Mi madre, Lolo Rico, tuvo el acierto de reunir en un programa muy improvisado y subversivo esas dos corrientes históricas, una que estaba condenada al fracaso, porque la televisión queda despolitizada, y otra corriente que era la que estaba destinada a triunfar, la musical, la estética, acompañado de una liberación sexual, de feminismo. No hay que desdeñar los efectos culturales que introdujo la "Movida", pero no hay que olvidar que de alguna forma condujo a una despolitización fuerte de la sociedad española.
–¿Por qué tuvo un final tan brusco?
–Nosotros esperábamos que "La Bola", que era un programa chapucero, valiente y fresco, fuera el primer eslabón de una estirpe con programas más comprometidos y creativos. Pero fue al revés, fue el último. Se impuso el modelo de Italia de finales de los 80. De hecho, se suspendió la emisión de un programa que veían muchos millones de personas los sábados para la mañana coincidiendo con la ley de las privadas. Y han pasado casi cuarenta años desde que empezó, pero se recuerda con esa nostalgia tanto los contenidos como su significado, ¿por qué será?
–Ahora los jóvenes tienen nuevos modos de consumir entretenimiento, como las redes sociales, ¿cómo aprecia este fenómeno?
–Es interesante para los que venimos de la crítica pasoliniana de los medios de comunicación. Todas estas críticas a la televisión que yo he hecho en mis libros resultan enternecedoras porque ha ocurrido una cosa importante, la descentralización del espacio doméstico. Antes la televisión sustituía al fuego, estaba en el centro del hogar, como era un instrumento centralizado podía ser un medio de propaganda y hasta de autoritarismo. Hoy las pantallas se han multiplicado, cada uno tiene su pantalla asociada a su propio cuerpo, y la televisión era antropológicamente más sana que los nuevos dispositivos y redes sociales.
–¿Sería posible crear ahora un programa similar a "La Bola"?
–Creo que un programa como "La Bola" sería imposible. No solamente porque política y culturalmente se ha impuesto un modelo de televisión diferente, sino porque la propia televisión ha quedado desplazada por otros medios. La multiplicación de las pantallas hace imposible generar relatos comunes. La televisión generaba relatos comunes, algunos paupérrimos, peligrosos o frívolos, pero comunes que tenemos todos. Y hoy eso es imposible. Cada uno tiene su menú personal, escucha sus propias canciones, series y, aunque hay algunas, como "Juego de Tronos", que se convierten en un relato común, esa posibilidad de enlazarte con el otro es más difícil. Eso tiene una vertiente liberadora, pero también inquietante y empobrecedora porque necesitamos relatos comunes para transformar el mundo.
–Entre sus últimos libros está "España", un ensayo con un título valiente, sobre todo en los tiempos que corren.
–No hay nada más "mainstream" que hacer algo valiente. Era una necesidad de revisar mi relación con un país del que salí a finales de los 80 pero al que sigo muy vinculado. Es una tentativa de revisar mi relación con España y contar su historia, ya sin acritud, pero de una forma obviamente crítica. Es una forma de reconciliarme con España, pero a través de un relato histórico muy diferente del que puede hacer la derecha patriótica española, tratando por un lado de señalar todas esas zonas necrosadas de la historia que tienen que ver con su fundación misma, e iluminar caminos alternativos de algunos momentos de la historia que podían haber dado lugar a Españas diferentes.
–¿Cómo valora el auge de la ultraderecha?
–Me parece inquietante porque están a veces con la complicidad de la derecha más moderada, incluso a veces del propio PSOE. Y están dando alas a una reivindicación de la peor historia de España. Hay una corriente que se pretende muy rebelde, pero rescata aquello de lo que felizmente la democracia había conseguido escapar, este orgullo imperial católico que me produce vértigo. Confío en que la mayor parte de la población española no entre al trapo en estos discursos.
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