Síguenos en redes sociales:
Noticia guardada en tu perfil
Las borracheras emocionales provocan resacas del comportamiento. Convivimos con los efectos del alcohol, aceptando las quejas de nuestra cabeza, como un mal necesario tras un exceso festivo. El etilismo destroza nuestro cuerpo, pero el elitismo emotivo despedaza nuestra vida. Toleramos el malestar físico tras un empacho de bebida o comida.
Sin embargo, el bajonazo de conducta tras la inundación de estímulos sociales es inaceptable. La resaca emocional se define como un estado de cansancio mental que aparece tras habernos implicado al máximo psicológicamente. Puede ser un acontecimiento festivo, un proyecto de trabajo, una relación personal o cualquier otro elemento no necesariamente transcendente. La clave es que, sea lo que sea, nos hemos identificado en exceso con algo o alguien.
¿Y cómo sabemos si nos hemos pasado de la raya? Porque perdemos la perspectiva y el control. No se trata de encadenar los sentimientos a la racionalidad. Ni viceversa. Necesitamos un equilibrio que nos permita convivir con lo que nos emociona, sin crearnos una dependencia que anule nuestra personalidad. Casi nada. Esta depresión de calma, tras la tempestad festiva, provoca la resaca social, que es una variante de la emocional.
Entre tanta agitación colectiva, no estamos solos ni con nosotros mismos. No se preocupe, la resaca social no es un síndrome del que deba curarse. Se trata del agotamiento natural, físico y psicológico, que tenemos tras una intensa etapa de relación comunitaria. Por muy a gusto que estemos acompañados, el exceso produce agobio, ya sea por reiteración o por obligación.
Hay personas que sufren con el contacto porque temen la desconexión posterior. Otros utilizan el aislamiento como defensa. Algunos exhiben su rareza individual para resaltar su protagonismo entre la muchedumbre. Otros, solo saben expandir sus fobias y filias si se escudan en una multitud.
¡Hay tantos minutos de gloria individual que se socializan y reivindican en las celebraciones! No se angustien los resacosos. Se acerca la meta volante de Halloween, camino del fin de año. Las guadañas de las colonias ya se dejan ver en la televisión, anunciando el apocalipsis de 2022. Si tiene resaca humana tras compartir con moderación tanta festividad, su comportamiento le delatará como una persona con reflujo. Ahora, si es un abstemio de las relaciones sociales, sepa que lo que gana como anacoreta lo pierde al transmutarse de ser vivo a ser reflojo.
La festividad nacional del miércoles ha dejado una resaca ideológica en quienes identifican la patria con lo que piensan y con lo que votan. Otros, ni siquiera querrían que se pudiera elegir democráticamente y preferirían volver al «36», como se cantó en el festival voxístico.
Prefiero la libertad de expresión a los delitos de odio y mal gusto. También para Pablo Hasél que sigue en la cárcel. La noticia del desfile fue la espera del rey al presidente. Sesenta segundos de resaca visceral, es un mundo para quienes llevaban un año impacientes por insultar al Gobierno. Nos queda la duda de saber quién venía más retrasado ¿Felipe VI, llegando con espíritu de éxtasis arrodillado, en el Rolls-Royce que compró Franco para su uso personal en 1952 o Pedro Sánchez en el Audi A8 de la Moncloa (que adquirió Rajoy)? La frustración del odio es peor que la del fracaso.
Imaginamos, tras el subidón de fervor militar, la dura resaca de quienes se veían en pleno desfile de la victoria, mientras llegaban los suyos a poner las cosas en su orden y a la orden. Regresaron cabribajos a casa porque, bajo una misma bandera, había un país, un gobierno democrático y un ejército que es de todos y para todos. Las resacas, cara al sol, provocan muchos reflojos.
Lo llamativo provoca reflujo a los que más tienen y lo importante reflota a una mayoría que necesita apoyo desde el ejecutivo. Sánchez anuncia ayudas a los hogares con caldera comunitaria de gas y refuerza los bonos sociales eléctrico y térmico. Teruel, junto a Soria y Cuenca, se beneficiará como zona despoblada, reduciendo cotizaciones empresariales en los contratos.
En Zaragoza triunfa la fiesta. Tras dos años de ayuno, controlemos la resaca social al finalizar la traca. Yo, para prepararme, me fui a ver a Savater para que me ayudara a elegir entre la ética del querer y la del deber. Me debí confundir porque contraprogramaron el Rosario de Cristal con otra Sabater que tenía poco de don Fernando, y mucho de parentesco con los Franco del Rolls. Aún me dura el reflujo emocional de salchipapa.
Noticia guardada en tu perfil
Noticia guardada en tu perfil
Noticia guardada en tu perfil
Noticia guardada en tu perfil
PRENSA DIARIA ARAGONESA S.A.U. Todos los derechos reservados