“Todo tiene su proceso. Hay que saber mirar, esperar y estar preparada para la sorpresa”. La exploración de la arcilla, la materia con la que gestó la mayoría de sus obras, es una fuente constante de aprendizaje para Cecilia Nigro y esas experiencias tan sensoriales se trasladan a la historia de la casa que comparte con Andrés (su marido), Vera (la hija de ambos) y sus animales: tres perros y una gata que son parte de la familia.
Cuando se mudaron, hace 12 años a esta casa ubicada en Martínez, lo de Cecilia fue todo lo opuesto al amor a primera vista, pero después de un año de búsqueda infructuosa, se dejó conquistar por sus virtudes: ambientes amplios y luminosos, distribución funcional en dos plantas, jardín, una estructura noble y una sensación de refrescante energía generada por todo ese conjunto.
En una primera etapa, renovaron las instalaciones básicas y abrieron el ventanal de vidrio repartido en la cocina. En planta alta, cerraron un balcón para sumarle lugar al estudio y construyeron el cuarto principal donde estaba la terraza. Luego, ampliaron el techo de la galería para darle entidad a ese espacio y edificaron el taller donde Cecilia trabaja y da clases. La reforma más reciente fue la renovación total de la cocina, que dio como resultado un gran ambiente social.
"El recibidor se despega del resto de la planta baja. Forma parte de un efecto degradé, desde el gris más oscuro de la entrada, más claro en el living y ceniza en la cocina"
Como en la alfarería, cada paso fue un proceso: “Fuimos aprendiendo a tomar decisiones después de observar lo que necesitamos”, dice Cecilia que bastante seguido hace un trabajo de edición y reubica casi los mismos muebles que tiene desde que se mudó.
“Es raro que para la casa compremos cosas que estén de moda. Preferimos los objetos versátiles que se resignifican en cada nuevo destino”
Los sillones son profundos como camas de una plaza, para dormitar o ver películas
Cuando se mudaron, diseñaron la biblioteca en base a un modelo italiano. Durante un tiempo alojó la tele, y ahora tiene al tope una muy usada pantalla retráctil.
La integración se potenció con la reforma: desde el hall se ven el living, el comedor, la cocina y, a través del gran ventanal de vidrio repartido, la galería.
En la pared, un pañuelo de la abuela de Cecilia que forma parte de la serie Linaje, un proyecto con el que transforma objetos propios y de su acervo familiar en esculturas.
Pintaron de negro la base de la mesa heredada y así destacaron el sector del comedor. El mueble que antes era azul, ahora es el del mismo color que la pared y se mimetiza con el ambiente
“Estas fueron las primeras lámparas colgantes que hice. Tomé como modelos bowls, ensaladeras y cuencos para unir la iluminación de una mesa con el concepto de cerámica utilitaria”.
“La idea de abrir la cocina nos venía dando vueltas hasta que una amiga nos sugirió achicar el toilette que la separaba del comedor. Encaramos la obra en enero con el arquitecto Alejo Ozores, del Estudio Pirovano”.
“Como la cocina se iba a ver desde el living, quisimos que los muebles fueran sobrios, elegantes, en negro y madera”.
“Antes de la reforma, íbamos directo a la cocina y ahí nos quedábamos. Ahora siento que el área social tiene más posibilidades. Nos apropiamos de todos los espacios”
La galería da para instalarse por horas, algo que la familia disfruta muchísimo.
El taller donde Cecilia trabaja y da clases tiene paredes de vidrio repartido por buenos motivos: garantiza luz y el secado paulatino de las piezas.
“Cuando hace años pintamos el cuarto, la elección del color enfrentó cierta resistencia”, sonríe Cecilia. “Pero se fue diluyendo al comprobar que admite múltiples combinaciones y da sensación de calma”.
Lámparas colgantes de cerámica y obra “(Des) Integración”, todo de Cecilia. Textiles estampados a mano (Mercedes Segura).
En la planta alta, el playroom que también funciona como cuarto de huéspedes, tiene un balcón que se cerró con un ventanal para darle lugar un luminoso estudio.
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