Las 20 lecciones deco que aprendí a mis 40 años

2022-10-16 06:45:24 By : Mr. Nick Deng

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Entrar en los 40 años hace que te replantees la decoración de tu casa. Yo lo hice y estas fueron las lecciones deco que aprendí.

Periodista especializada en decoración

Lo bueno de cumplir años es que vas sabiendo lo que quieres y lo que no. En todos los aspectos de la vida: en el trabajo, en las relaciones y, también, en casa. La decoración, como tú, va cambiando. Y ahora, recién cumplidos los 40 años, intentas por todos los medios que tu casa respire una atmósfera más serena, equilibrada y ordenada pero sin perder ese puntito de atrevimiento que te recuerda a la "enfant terrible" que fuiste una vez. Puede que no coincidamos — o sí, quién sabe— pero estas fueron las 20 lecciones deco que aprendí al cumplir los 40.

Sofá Kivik, de Ikea. Mesa Camus y espejo, de Maisons du Monde. Butacas, de Merc & Cía. Banco, diseño de Bäse Interiorismo fabricado por Camacho Construcciones. Alfombra, de Papiol.

Antes de trabajar en revistas de decoración, las leía. Y poco a poco empecé a adoptar los trucos que proponían las interioristas. Una de las primeras lecciones deco que aprendí al cumplir los 40 es poner espejos por toda la casa con el fin de ampliarla. En el recibidor, en el salón, en el comedor, en los dormitorios... ¡hasta en el pasillo! Y oye funcionó, la hizo más amplia y luminosa.

Sofá, diseño de Paula Duarte, realizado a medida. Mesa de centro modelo Alpes, de Brucs. Lámparas flexo, de Jieldé y de techo, en Naluz.

Hasta ahora había tenido un sofá de batalla donde mis hijos (y mi perro) se apoderaban de él 24/7. Recién cumplidos los 40, descubrí dos cosas: lo mucho que nos gustaba recibir amigos en casa y que mi espalda empezaba a darme pequeños toques de atención. Empezamos a mirar sofás más amplios (y cómodos). ¡Decidido! Un modelo mullido, esquinero o modular sería nuestra próxima adquisición ¡y en colores neutros que dan más juego!

Sofá, de Ikea. Mesas de centro, de Coco-Mat. Pufs, de Gancedo diseñados por Helena Rohner. Alfombra, de BSB.

Una vez elegido el sofá más adecuado a nuestras necesidades, me sorprendí un día colocando los cojines tal y como salen en las revistas de decoración: desde las esquinas hacia el centro, los grandes detrás y los pequeños delante y ligeramente en diagonal. ¡Quedaron perfectos! ¡Hasta el plaid lo dispuse sobre un brazo ligeramente apoyado! Gestos que ahora hago de forma mecánica.

Sofá, de Atemporal. Mesa de centro, de Pilma.

La decoración de las paredes sufrió un cambio drástico al cumplir los 40 años. Me despedí con gratitud de los pósters de cantantes o películas favoritas que me acompañaron a los 20 y a los 30 años, y me decanté por enmarcar ilustraciones que me emocionaban con solo mirarlas. Pronto aprendí a hacer con ellas bonitas composiciones sobre el sofá, como la que ha hecho aquí la interiorista Marta Tobella.

Sofá y puf, de Grassoler, en Sacum. Alfombra de yute, de Hamid. Mesa de centro, diseño de la decoradora. Alfombra de lana, de Papiol.

Echando un vistazo rápido a mi casa empecé a enumerar los materiales que la amueblaban y decoraban: madera recuperada, fibras vegetales, linos y algodones, pinturas ecológicas... Y me di cuenta que a mis 40 años, mi casa seguía manteniendo ese espíritu eco que ya de adolescente me llevó a reciclar residuos y reutilizar objetos en casa de mis padres. ¡Las buenas costumbres no hay que perderlas!

Cabecero realizado a medida. Banqueta y espejo, en Pantay.

Elegir un buen colchón y vestir la cama con estilo tenía que ser de obligado cumplimiento a cualquier edad. A mis 40 años, cuando las visitas al fisio se hacían más habituales, me informe de qué colchón era el mejor para mí. Ahora con mi modelo viscoelástico duermo menos horas, pero descanso mejor. 

¿Y para hacer la cama perfecta? Tiré de los consejos de El Mueble: sábanas estiradas, nórdico hasta el suelo y plaid a los pies, por si tenemos frío de madrugada.

Cojín estampado de estilo étnico en colores tierra y cojines lisos coordinados en beiges y terracotas.

Leer y observar me han servido mucho a lo largo de mi vida. Hacer protagonista a un cojín estampado y, a partir de él y sus colores, elegir el resto de cojines fue una de las lecciones deco que aprendí a mis 40 años (empapándome de las revistas y de las ferias de decoración). Me sirvió tanto a la hora de decorar el sofá como la cama. 

Butaca, cuadro y lámpara flexo, de Sacum.

La vida frenética se apoderó de mí a los 40 años ¡y no podía pararla! Decidí reservar un espacio de la casa exclusivamente para mí. Adquirí una butaca cómoda con reposapiés que me relajaba (y me relaja) cuando llegaba de trabajar. Con mi cojín en los riñones y mis piernas estiradas me hizo tomar conciencia de mi empoderamiento. Allí soy feliz, con mis libros, mis revistas o viendo mi serie preferida. 

Sofás retapizados con lino Beret, de Gancedo. Mesas de centro y auxiliar de teca, de India & Pacific. Alfombra, de KP, en Piccolo Mondo. Butaca y lámpara de pie, en Catalina House.

Si a los 30 descubrí que las ventanas quedan mejor vestidas con visillos y cortinas, a los 40 aprendí que la combinación de cortinas y estores no solo me gustaba sino que quedaba fenomenal. Le da un nivel al salón espectacular. ¡Y queda tan acogedor!

Sofá, de Gloss & Rafles. Mesa de centro, de Cidón. Alfombra, de Tailak. Pintura gris Denim Ultra Resist, de Bruguer.

A los 40 y tantos todavía me quedaba algo de ese espíritu trasgresor que te hace remar a contracorriente. Y cuando todos apostaban por colores neutros para paredes, yo me atreví a pintar mi salón de un azul grisáceo o de un gris azulado. Depende de dónde daba la luz, así se veía. ¡Quien me iba a decir a mí que, años más tarde, la interiorista Paula Duarte iba a elegir este color para uno de sus proyectos! 

Librería, realizada a medida, diseño de la decoradora. Silla tapizada, de Casual Home & Contract.

Cuando llegué a los 40 años todavía el teletrabajo no había entrado en mi vida. Aun así, creé un pequeño rincón en una estantería para escribir o usar el ordenador en casa, de vez en cuando. Sin quererlo me anticipé a la pandemia y, cuando todos buscaban sitios donde trabajar en casa, yo ya lo tenía en mi propio salón. Solo me hizo falta coger una silla del comedor para acomodarme bien.

Butacas, de Crearte. Mesa de centro y mesas auxiliares, de Crisal. Lámpara de sobremesa, de Other Lamps. Alfombra, de Masalgueiro.

¿Ser una fanática de las tendencias de decoración? A los 30, puede... pero ¡ay amiga! llegaron los 40 (y los niños) y aquella obsesión se esfumó. Sigo lo que se lleva pero ahora me guía más la cabeza que el corazón y solo adapto lo que mejor se adecúa a mi casa. Puede ser un sofá en azul eléctrico o unas butacas tapizadas en terciopelo y una mesa tipo bandeja, como las elegidas en este salón moderno por Natalia Zubizarreta.

Aparador, de Obsolete Mallorca. Lámpara de sobremesa con pie de latón, de El Corte Inglés. Cuadro, de Midnight Blue. Cortina con lino, de Yutes.

De recoger muebles en los contenedores a los 20 y hacerme una "manitas" a los 30, pasé a ser una incondicional de mercadillos y rastros a los 40. ¡Y les cogí el gustillo! Desde entonces me encantan los muebles vintage cuyos arañazos y golpes muestran que tienen una historia detrás. Como este aparador elegido por Carde Reimerdes, del estudio Seawashed Interiors para este rincón del salón. 

Alfombra de KP, en Piccolo Mondo.

Siempre he tenido debilidad por las flores, ramos de narcisos y margaritas se han encargado de alegrar mi salón y mi dormitorio, según la temporada. A los 40 años, las acompañé con plantas de interior que casi se mantenían solas. Y lejos de esconderlas en rincones, las lucía orgullosa allí donde más se veían. Ahora no puedo concebir mi casa sin su presencia, ¡son como de la familia! Fíjate, que las hablo y todo.

Banco de madera con libros colocado en la trasera del sofá.

Que me apasiona leer es algo que se notaba en cada mudanza: había 6 cajas de libros por dos de menaje. Tuve que cumplir los 40 para frenar tanta compra compulsiva, más que nada porque ya no había sitio material donde colocarlos. Decidí guardar en la librería los leídos que me habían gustado; los que ni fu ni fa, los doné y, a los que esperaban su turno, les busqué un emplazamiento especial: un banco detrás del sofá, tan práctico como discreto.

Mesa, librería Tuscany, sillas Scramble, lámpara de techo y cortinas, de El Corte Inglés.

Si a los 20 años me hubieran dicho que en mi casa iba a poner una lámpara de lágrimas posiblemente me hubiera carcajeado y soltado un "¡Ni loca!". Pero hete aquí que cumplidos los 40, empiezas a poner en valor ese mobiliario clásico que antes desdeñabas. Una butaca antigua, unas vitrinas o unas lámparas señoriales no solo no resultan pasadas de moda sino que me parecen lo más. Y si no, ¿por qué perduran a lo largo de los años? Apostar por la atemporalidad de los clásicos es toda una lección deco digna de aprender.

Armario diseñado por la interiorista Katy Linder, realizado por Jorma Fusters.

¿Has cumplido los 40 años y no te has vuelto más ordenad@? Pues mal vas. Encontrar un sitio para cada cosa es otra buena lección deco que aprendí en la cuarentena. En el salón, en la cocina, y por supuesto, en el dormitorio debe imperar el orden. Atrás quedó esa escena con ropa tirada por la cama o por el suelo. Mi armario está perfectamente organizado, con zonas para camisas, pantalones y vestidos. Y lo que menos utilizo lo guardo arriba en cajas.

Banqueta de Tine K Home, en Sacum.

Otra de las lecciones deco que aprendí a mis 40 años es sacarle todo el jugo al espacio, por recóndito que sea. Así, los bajos de las ventanas en mi salón se han convertido en un banco mirador ideal, y los del dormitorio en zonas extra de almacenaje. Este mueble de la imagen, con la calefacción integrada es una idea de Olga Gil-Vernet. 

Mobiliario modelo Marco, de Santos. Encimera, de Neolith. Pantallas de las lámparas, de Ikea.

Al menos para mí porque luego te dan más pereza. La última que hice yo fue abrir la cocina al salón. Ha quedado preciosa pero, eso sí, requiere de una limpieza y organización impoluta. Elegí los muebles en blanco que la hacen más amplia y luminosa. Y la isla central sirve tanto de superficie de trabajo como de barra de desayunos. Muy parecida a este proyecto de Asun Antó.

Mampara, de Laser. Griferías, de Dornbracht. Revestimiento y plato de ducha ranurado Neolith Carrara Satin. Radiador, de Irsap.

Hay cortinas de ducha súper divertidas. Lo sé porque yo tuve una de patitos amarillos que era una delicia. Me acompañó hasta bien entrados los 30. Pero cuando cumplí 40 años ya no me hacía tanta gracia, la verdad (y a mi pareja, menos). Fue cambiarnos de casa y decidir por unanimidad poner una ducha con mampara sin perfilería. Es súper cómoda, hace el baño más grande y se limpia fácilmente.

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